El otorgamiento de préstamos de alto riesgo (subprime) que consisten en préstamos financieros otorgados a individuos “de alto riesgo” por su bajo nivel de ingresos, su historial de desempleo, etc… se ha convertido en una práctica constante para las instituciones financieras de los Estados Unidos, de hecho se estima por más del trillón de dólares (un millón de un millón) el valor total de estos préstamos. Los mismos se otorgan a una tasa de interés más alta que los demás préstamos tradicionales.
Los prestatarios clasificados como de alto riesgo veían, antes de que estallara la crisis, en el mercado de viviendas una inversión: tomaban préstamos hipotecarios para adquirir sus viviendas que indiscutiblemente aumentaban su valor. Este incremento en el valor de la propiedad haría más soportable la carga financiera, pues, se podía obtener fácilmente un refinanciamiento favorable, lo que significa que ante esa situación el banco le reduce la tasa de interés al deudor con el fin de mantener la deuda y seguir percibiendo los intereses.
La situación, que tuvo su pico en el 2006 inevitablemente explotó. El otorgamiento masivo de estos préstamos hipotecarios conllevó a que incrementara la construcción masiva de viviendas lo que a su vez significó que la oferta fuera mayor que la misma demanda y que los precios de las viviendas disminuyeran culminando un largo periodo de ascenso de los últimos años.
Por otro lado, se desencadenó una constante de insolvencia, pues además del factor de que estos deudores eran de alto riesgo, la depreciación del mercado de viviendas hizo imposible el refinanciamiento esperado generando así los correspondientes incumplimientos contractuales, lo que originó, a su vez, que millones de personas se quedaran sin sus hogares y miles de instituciones financieras obtuvieran propiedades inmobiliarias en un mercado en declive, dejando además de percibir los intereses de millones de deudores de estas hipotecas lo que se tradujo en pérdidas cuantiosas insoportables para la economía estadounidense y mundial. Como podemos ver, se trata de un círculo vicioso, lo que es muy común en materia macroeconómica.
Además del problema meramente económico, la crisis social que constituye este evento es invaluable. Nos encontramos en presencia de millones de personas sin hogares, además de las secuelas sociales que trae consigo la recesión de una economía. Tanto en el plano local de Estados Unidos como en el plano internacional muchas instituciones financieras e inversionistas que habían fijado sus inversiones en créditos hipotecarios en los Estados Unidos se han visto en la necesidad de hacer cortes de personales, acrecentando los altos niveles de desempleos.
Esta crisis hipotecaria ha influido mucho en la actual recesión (crecimiento negativo consecutivo en dos cuartos de un año) de la economía estadounidense y la depreciación del dólar. Internacionalmente, el Fondo Monetario Internacional ha estimado que las pérdidas como consecuencia de la crisis hipotecaria suman los 945 mil millones de dólares. Así las cosas, el gobierno norteamericano ha implementado el famoso Paquete de Estímulo Económico que trae consigo devoluciones de impuestos a clases bajas, cortes impositivos, reducción y regulación de las tasas de interés. En tan sólo cuatro meses (desde septiembre de 2007 a enero de 2008) la Reserva Federal estadounidense ha hecho cuatro cortes en la tasa de interés que en cuatro años se había mantenido estable en el 5,25% para quedarse actualmente en un 3,5%. Por otro lado, las instituciones financieras han cedido y flexibilizado las condiciones de préstamos con los deudores, permitiéndoles en algunos casos conservar sus viviendas.
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